La huella del orfanato en los niños adoptados
La falta de apego en los primeros años es uno de los principales problemas de los menores. Unidades médicas especializadas abordan estos trastornos
Problemas de atención
El trastorno del vínculo es especialmente relevante: suele estar en el origen de otros comportamientos, ya sean problemas de atención, de autocontrol, del aprendizaje, dificultades al manejar las emociones o problemas de identidad en la adolescencia. “La mitad de los niños que vemos en la consulta tiene este tipo de alteración del afecto”, destaca Gemma Ochando, experta en psiquiatría infantil que dirige la Unidad del Niño Internacional en La Fe junto a la especialista en enfermedades infecciosas pediátricas Carmen Otero. “Cuando el niño llora, la madre o el cuidador atiende sus necesidades: le da de comer, le duerme, le abriga... Esto no sucede en un orfanato. No se atienden individualmente las necesidades fisiológicas o afectivas, sino de forma colectiva. No se aprende a establecer relaciones emocionales”, indica la pediatra. El resultado es una adaptación a este medio hostil “en el que prima la desconfianza, la agresión, el rechazo y la evitación”, unos comportamientos que se pueden enquistar al llegar al nuevo entorno y que provocan incomprensión en la familia o el colegio.
Una fase clave en la vida de los niños adoptados es la adolescencia, que en ellos se suele adelantar a los 9 o 10 años, dos o tres antes de lo que suele ser habitual. Es la etapa en la que se presentan los problemas relacionados con la definición de la identidad y el momento en el que se encuentran buena parte de los chavales adoptados durante los últimos años en España. Si no se han encauzado por entonces los trastornos más graves, la situación puede desembocar en situaciones de fuerte tensión familiar o el fracaso de la adopción en los casos límite.
Ochando pone el ejemplo extremo de una paciente de origen indio de 13 años que se escapaba de casa para prostituirse y comprar sus caprichos. Al investigar su historia comprobaron que durante su estancia en el orfanato era la mayor y asumió un papel protector respecto al resto de niños. Allí ya se fugaba de la institución, se prostituía y con el dinero que obtenía compraba comida para sus compañeros. “Era la heroína del grupo, y consideraba este comportamiento como una conducta positiva”, señala la pediatra. Finalmente, la adopción se truncó. El objetivo es prevenir estas situaciones. Aprovechar la primera consulta, centrada en la revisión vacunal o las pruebas de enfermedades infecciosas, para establecer una valoración inicial de los problemas de salud mental que puedan presentar los menores y atajarlos de forma temprana. “Si la situación se degrada podemos hacer muy poco”, plantea Ochando.
Más hiperactividad entre los menores procedentes del Este
María, una niña adoptada de India llegó a su nueva casa con 18 meses y serias alteraciones afectivas. “No entendía ni de peluches, ni de caricias, ni de cuentos, ni de cariños”, rememora Carmen, su madre, cuyo nombre se ha cambiado, como el de las niñas que aparecen en este reportaje, para preservar su identidad. “Era como un cachorro salvaje; hasta los dos años no pudo tocarla mi marido”. Poco a poco fue superando estos comportamientos, aunque sus padres advirtieron que le costaba seguir el ritmo de las clases. “Tiene déficit de atención con hiperactividad (TDAH), en su caso no es impulsiva ni hiperactiva, tiene problemas de concentración”, apunta Carmen. “Está tratada y es una niña muy normal”.
Además del trastorno del vínculo, los problemas de conducta relacionados con el TDAH son comunes entre los niños adoptados, sobre todo los procedentes de los países del Este de Europa.
Algunos estudios elevan la tasa hasta el 50% de los menores llegados de Rusia. Este comportamiento se relaciona con el síndrome alcohólico fetal, vinculado al abuso de la gestante con la bebida o el tabaco, y con los partos prematuros.
El TDAH se puede confundir al principio con el estado de excitación en el que se encuentran los niños durante las primeras semanas de estancia en su nuevo hogar. Cambian la rutina a la que están acostumbrados por una situación de hiperestimulación, visitas de familiares, regalos… Todo ello que puede dar lugar a diagnósticos precoces y erróneos. Los expertos recomiendan mantener un seguimiento para comprobar la evolución de los síntomas.
Jaime Prats Valencia 15 MAY 2015 - 19:32 CEST


